31 de octubre de 2013

Sesión académica a cargo de Nadim Houry, Director Adjunto de la División de Medio Oriente y África del Norte de Human Rights Watch

Por Anabel Rodríguez

Es innegable que, durante los últimos tres años, la situación en Medio Oriente y el Norte de África se ha caracterizado por ser altamente convulsionada. Países tales como Egipto, Siria, Libia y Túnez son, hoy, protagonistas de una nueva era de regímenes en transición. Teniendo en cuenta este contexto, el jueves 31 de octubre de 2013 se celebró en el CARI una sesión académica a cargo de Nadim Houry, Director Adjunto de la División de Medio Oriente y África del Norte en Human Rights Watch (HRW) y uno de los principales especialistas en el área.

Human Rights Watch es una de las más prestigiosas organizaciones internacionales independientes dedicadas a la defensa y la protección de los derechos humanos. Dicha organización lleva treinta años trabajando y luchando para que las personas de todo el mundo disfruten de mayor justicia y seguridad.

Nadim Houry inició sus palabras disintiendo con el término "Primavera Árabe" y sosteniendo su preferencia por la definición de "levantamientos árabes" (Arab uprising).

Houry continuó afirmando que están sucediendo muchas cosas hoy en día en el mundo y, además, suceden muy rápido. Luego destacó la dificultad de la situación en la que se encuentran sumergidos, aun hoy, los protagonistas de Oriente Medio y África del Norte. En países como Yemen, Siria, Libia, Egipto, e incluso Túnez, considerado uno de los casos más exitosos, la sociedad parecería estar más dividida que en las circunstancias anteriores a la revolución.

El especialista resaltó el desafío que tuvieron, y todavía deben superar, los opositores al régimen: la falta de historia institucional. Después de aproximadamente cuarenta años de autoritarismo y dictaduras, las instituciones, tales como los partidos políticos, no contaban con grado de desarrollo alguno "(…) que permitiera canalizar ese potencial revolucionario, hacia un camino más constructivo". Houry explicó que aquellos países no habían tenido experiencias democráticas a las cuales pudieran retrotraerse y continuó: "No tenían ni idea de cómo establecer un sistema político, una vez que eliminaron el régimen previo no quedaba nada". A la carencia institucional, se debe sumar la falta de confianza entre los distintos sectores, agravando la situación.

Están sucediendo muchas cosas hoy en día en el mundo y, además, suceden muy rápido

Según el expositor, las nuevas manifestaciones en contra de los recientes gobiernos islámicos pueden ser explicadas a partir de dos grandes causas: la falta de agenda gubernamental y la aversión a la inclusión de otros partidos políticos al gobierno; enumerando además una serie de características propias.

Primero, la carencia de un marco constitucional adecuado conlleva una falta de legitimidad en la mayoría de los gobiernos que se han instalado posteriormente a la revolución. El especialista se preguntó: "¿Qué es legítimo y qué no, quién lo decide?", y agregó, "La sociedad había votado a los islámicos no porque les convencía su propuesta, sino porque eran lo contrario al viejo régimen". Los islámicos creyeron que el escaso margen por el cual habían conseguido la victoria electoral les daba autoridad para transformar en su totalidad el sistema político social, esto contrajo un efecto rechazo en la sociedad.

Segundo, la existencia de una situación que calificó de "caótica" tanto en el plano económico, como en el de seguridad, generando la desestabilización del "orden" instalado.

Tercero, la visualización de una división en la sociedad; siendo características las tensiones entre los islámicos y no islámicos, pero también, se encuentran presentes disputas entre las distintas facciones islámicas. Houry, distinguió tres tendencias sociales: la primera se encuentra representada por un sector que tiende hacia ideas del Estado-Nación; dentro de la segunda se distinguen, aquellos grupos que realizan una interpretación literal del Corán, constituyéndose en el sector de creyentes más radicales; y una tercera posición, en la que sus defensores postulan una cultura islámica sin fronteras, encontrándose totalmente por fuera de los ideales del Estado.

Por último, destacando un factor de tipo externo, agregó la influencia de la competencia de diversos intereses entre los países limítrofes. Países del golfo, principalmente Arabia Saudita e Irán, en algunos casos, se distinguen por otorgar dinero a distintas facciones en disputa.

"El caos le dio posibilidad al antiguo régimen de volver a la escena". Houry comentó brevemente una anécdota referente a uno de los Generales más cercanos al gobierno de Mubarak. Con la revolución y destitución de Mubarak en Egipto, el General fue desplazado del gobierno. Sin embargo, hace algunos meses, volvió a ser convocado para formar parte del gobierno, otorgándole la Jefatura de Inteligencia. Este hecho refleja, consideró el Director, una muestra de la dinámica político-social, que sucede hoy en día en Egipto, donde la vieja estructura busca volver al juego.

El caos le dio la posibilidad al antiguo régimen de volver a la escena

Otro de los ítems, que el especialista distinguió, es la gradualidad en la que se dará el proceso de transformación político, social, económico y cultural. Las expectativas públicas cambiaron, visualizándose un mayor nivel de enojo en la sociedad, condición que puede generar mayores índices de violencia. Pero, no existe un solo punto de vista que sea capaz de determinar lo que sucederá en el futuro próximo ni la manera en la que finalizarán los conflictos. Los cambios se producirán de manera gradual y diferente según los diferentes países. "Túnez, tiene un índice demográfico menor y población mayormente alfabetizada; a diferencia de Egipto donde hay una gran cantidad de militares involucrados, con los cuales es muy difícil negociar; o un país como Libia donde las milicias armadas, si no están contentos con alguna decisión, "toman el Parlamento hasta que se haga efectivo algún tipo de norma que los favorezca", comentó Nadim Houry.

El especialista continuó explicando aquellos tres desafíos transversales a todos los países en transición durante esta nueva fase. En primer lugar, la formulación y establecimiento de una Constitución, siendo un instrumento primordial a la hora de definir las reglas de juego. Ésta debería incluir: los nuevos derechos humanos y la manera en la que serán garantizados; la defensa de las libertades básicas; el lugar que ocuparán los islámicos en el ámbito público; los derechos de las mujeres y el espacio que se le otorgará a las minorías. "Se debatirán cuatro cuestiones al mismo tiempo, por lo que será sumamente interesante ver cómo será resuelto", comentó Houry.

En segundo lugar, se deberá resolver el rol y las diferentes funciones que tendrán el Ejército y el servicio secreto en la nueva era. Dicha cuestión contribuirá a resolver la situación de la seguridad.

Por último, y no por eso de menor importancia, se encuentra un aspecto referido al pasado. ¿Qué hacer con los antiguos dirigentes? ¿Quiénes serán aquellos personajes y funcionarios del régimen anterior que permanecerán en el gobierno? ¿Quiénes serán los excluidos? Houry consideró esencial este aspecto para poder definir cómo continuarán las transiciones.

Por su parte, Siria se caracterizó por ser una revolución más violenta y a pesar que se inició de manera semejante al resto de los casos, fue respondida con un nivel de represión que no se había visto anteriormente. Houry calificó a la transformación de la situación siria como "un conflicto armado sangriento". Brevemente enunció algunas cifras a tener en cuenta: 120 mil sirios asesinados de 20 millones de habitantes en el territorio; 6 millones de refugiados, de los cuales 4 millones se encuentran dentro de Siria, mientras que los otros 2 millones en el exterior (datos obtenidos al momento de la exposición). Es de destacar que, 1 millón de los exiliados sirios se dirigieron hacia el Líbano, provocando que un cuarto de la población en dicho territorio sea siria. Pero el principal efecto fue el colapso de las estructuras en el Líbano, principalmente en el área de salud, prácticamente incapaz de recibir tal cantidad de refugiados.

A pesar de encontrarse de acuerdo respecto a la destitución de Bashar al-Asad, los revolucionarios se dividieron. Se formaron grupos extremistas, quienes tienen como fin imponer una interpretación estricta de la ley islámica; y un bando más moderado unido a los revolucionarios conservadores. "La revuelta contra el gobierno derivó en una guerra civil", postuló Nadim Houry.

Al concluir, el especialista realizó una breve reflexión respecto al papel que deberían adoptar algunos de los países de América Latina. Democracias como Argentina y Brasil podrían convertirse en sponsors y compartir sus experiencias transicionales, principalmente demostrando la capacidad de las diferentes instituciones. Sin intervención directa en los conflictos de Oriente Medio y África del Norte, dichas democracias deben motivar y servir de ejemplo, en virtud de ponerle un fin a las disputas armadas tanto en el contexto interno como entre el Estado en conflicto y sus países limítrofes.