Autor: Angie Hanawa, Visiting Fellow, Yale University, 2 de julio de 2013

No hay duda que Brasil es un país que ama el fútbol. Siendo la nación con más títulos mundiales y con una cultura profundamente permeada del "jogo bonito", muchos brasileros viven y respiran los colores de sus respectivos equipos regionales, y, cual carnaval, van a las calles en celebración cuando el equipo nacional arrasa con sus rivales. Sin embargo, en este último mes, los brasileros fueron a las calles a protestar en contra de La Copa, culminación máxima de la cultura futbolera. Por Facebook, Youtube, Twitter y hasta la página de La Copa misma, gracias al grupo de hackers Anonymous, se comparten vínculos al video de la brasilera Carla Duden "No, I'm not going to the world cup" (No, no iré a la Copa) en donde explica razones por las cuales está moralmente en desacuerdo con la organización de la XX edición de la Copa Mundial de la FIFA en Brasil, la cual se dará a cabo en junio del próximo año. Sentada frente a la cámara, Duden cuestiona cómo un país con un promedio de analfabetismo de 10% y donde 13 millones de personas pasan hambre todos los días, es capaz de gastar unos impresionantes $30 mil millones en la construcción de estadios, sobrepasando el presupuesto de las últimas tres copas combinadas. "Brasil no necesita más estadios" dice Duden "necesitamos más educación".

Sin embargo, el movimiento que está ocurriendo ahora en Brasil no se trata de boicotear la Copa, no se trata si quiera del aumento del costo del transporte público, motivo inicial de las manifestaciones, sino lo que estas dos instancias representan. Los carteles de los manifestantes expresan su descontento con el gobierno brasilero, la corrupción en la que este se ve envuelto, la falta de inversión en la infraestructura social del país y los altos impuestos entre otras. "El mayor error que la gente comete al describir esta protesta es decir que estamos en contra de la Copa o el transporte público" dice Jéssica Leão, estudiante de la Universidad de Yale, nativa de Salvador, Bahía y participante en las protestas. "El movimiento se trata de impulsar un cambio en Brasil por medio de una reforma política".

Descontento popular

A principios de junio, el precio del transporte público en la ciudad de Sao Paulo subió de 3.00 reales brasileros a R$3.20. El cambio se llevó a cabo el primero de junio, y como respuesta, protestan empezaron a surgir por todo Sao Paulo el segundo día del mes. El tercer aumento de este tipo desde el 2011, debería servir, junto con la exención de este de pagar impuestos, para mejorar la calidad de los servicios públicos. Sin embargo, los protestantes reclamaban que no habían visto mejoras desde que se implementó el primer alce. Para mediados del mes, las manifestaciones se habían multiplicado a casi un cuarto de millón de protestantes en más de diez ciudades alrededor del país de las cuales las más grandes ocurrieron en las ciudades de Rio de Janeiro, Sao Paulo y la capital de Brasilia. En Sao Paulo, las multitudes marcharon hacia el Palacio del Gobernador, en Rio a la legislatura del estado y en Brasilia al Congreso. Para el día 20 de junio, manifestaciones se dieron en ya más de cien ciudades con el número total de manifestantes siendo aproximadamente dos millones. A finales de mes, las protestas se habían convertido en una de las más grandes de las últimas dos décadas, la segunda más grande después de las protestas del ‘92 pidiendo impugnar al entonces presidente Fernando Collor de Mello después de un escándalo de corrupción.

Inicialmente, oficiales brasileros en la FIFA vieron la candidatura de Brasil para ser anfitrión de la Copa del 2014 como una oportunidad para mostrar al mundo el éxito del país en términos sociales, económicos y democráticos. En los últimos años, Brasil ha sido una de las economías con la tasa de crecimiento más alta de Latinoamérica y el mundo, y como resultado, hasta 40 millones de brasileros han podido escapar de la pobreza. Sin embargo, pese al avance del país en la última década, el gobierno sigue teniendo altos niveles de corrupción y mucho de este crecimiento económico no es reflejado en una mejora de obras públicas. La FIFA quería mostrar la riqueza y el desarrollo del país, pero la gente en las calles opina que primero hay que satisfacer a los ciudadanos, y sólo después se puede impresionar a los extranjeros.

El brasilero promedio paga aproximadamente 40% de sus ingresos en impuestos, estos constituyendo un 36% del PBI. Sin embargo, muchos de esos fondos no son destinados a servicios públicos. El actual alcalde de Rio de Janeiro Eduardo Paes, afirmó que durante su mandato no se gastaría un centavo en el transporte público, al mismo tiempo mandando comenzar una remodelación del icónico estadio Maracanã cotizada en $560 millones. "Por qué es que tenemos millones de dólares para gastar en un estadio en Brasilia pero no hay dinero para construir un hospital en una de las ciudades satélites, conocidas por su falta de servicios médicos adecuados?" dice Jéssica Leão.

No obstante, también es posible que los fondos públicos destinados a las obras públicas nunca lleguen a ser gastadas en ellas. Se estima que sólo una fracción de los fondos públicos es realmente gastada en los proyectos a los que se asignaron originalmente. Las primeras protestas se dieron debido a un aumento en el precio de servicio público de metro y autobuses de 20c. Aumentos como estos se han llevado a cabo desde el 2011 con el propósito de mejorar el servicio pero la opinión pública es que este permanece siendo de muy baja calidad para lo que se paga. Proporcionalmente, los brasileros pagan más dinero por transporte público que habitantes de Nueva York o París. A pesar de eso, las flotas están constantemente averiadas y los buses y trenes pasada su fecha de renovación. "No nos importaría pagar 20 centavos si esos 20 centavos irían en verdad a mejorar el servicio", indica Leão, "pero se va a los bolsillos de los políticos". Altos funcionarios brasileros son conocidos por sus lujosos estilos de vida, siéndoles proporcionado entre otros privilegios, gastos de viaje, autos con choferes y salarios extremadamente altos.

Demandas de manifestantes

El movimiento, sin embargo, no sólo se trata de protestar la corrupción del país o demandar más atención a los servicios públicos. Muchos medios de comunicación extranjeros han reportado que las manifestaciones no tienen un objetivo específico, que protestan en forma general en contra del gobierno. Por otro lado, los medios brasileros han identificado los objetivos de las protestas y las describen ahora  como las ‘5 causas'.

La primera es el pedido que la enmienda constitucional PEC37, también conocida como la ‘iniciativa de la impunidad', sea considerada por la Cámara de Diputados del Parlamento Brasileño como inconstitucional. Esta enmienda, rechazada este pasado 25 de junio debido a la presión de las protestas, evitaba que el Ministerio Público tenga capacidad de investigar crímenes, y la capacidad se le daba sólo a la Policía Civil y Federal, lo cual favorecería y facilitaría la corrupción en el gobierno.

La segunda es la demanda de que Renan Calheiros sea retirado de su posición como Presidente del Congreso. En el 2005, Brasil sufrió el escándalo político más grande en su historia, el llamado "Mensalão". En una investigación llevada a cabo por la Fiscalía Federal se descubrió que altos funcionarios del gobierno de Lula da Silva regularmente ofrecían dinero a miembros del Congreso a cambio de que estos voten por su legislación. El año pasado la Corte Suprema condenó a dos docenas de políticos envueltos en este escándalo, pero hasta ahora ninguno de ellos ha sido encarcelado, y varios miembros, como Renan Calheiros, siguen ejerciendo altos cargos de poder en el gobierno actual.

Similarmente, para prevenir casos como estos en el futuro, la tercera causa es la aprobación de una ley que haga crímenes de corrupción en el poder legislativo un "crimen hediondo", es decir el tipo de crimen que merece mayo reprobación de parte del estado. Por el momento, autoridades públicas son capaces de hacer uso del Foro Privilegiado, una capacidad que permite que funcionarios públicos sean juzgados en un tipo diferente de juicio que otros brasileros por los mismos crímenes y, como resultado, usando estándares mucho más indulgentes. Poner fin al Foro Privilegiado es la cuarta causa.

Finalmente, la quinta causa es la investigación y la punición de actos de corrupción en relación a las obras de la Copa por el Ministerio Público y la Policía Federal. Corrupción en obras públicas de construcción, por ejemplo, es extremadamente común en Latinoamérica y en Brasil y la causa más prominente en los medios internacionales. "Construcción, como sector económico, es extremadamente vulnerable a la corrupción en el mundo entero", indica Paul Lagunes, profesor asistente en la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales en la Universidad de Columbia y experto en el tema de corrupción, "ya sea por la complejidad de las leyes, o por el hecho que hay mucho dinero en movimiento en obras de construcción". Sin embargo, falta de transparencia en el proceso y las leyes que regulan la construcción de obras públicas hace que corrupción en este sector sea difícil de detectar y confirmar. "Por más que no se sabe si hay corrupción en este caso", comenta Lagunes, "sería beneficioso para el público y el gobierno que estén alertas a indicios de corrupción mientras se avanzan los proyectos de construcción".

El gobierno ante las protestas

La presidente brasileña, Dilma Rousseff, dio un discurso el día 22 de junio en respuesta a las manifestaciones. En televisión nacional, Dilma elogió los esfuerzos de los manifestantes ya que estos representan la voz del pueblo, y como democracia, el gobierno brasileño escucharía sus demandas. "Brasil ha luchado mucho para convertirse en democracia, y seguimos luchando mucho, no es fácil" recordó ella, "como también no lo es fácil conseguir lo que desean la gente en las calles". Esta no es la primera vez que la presidente encuentra protestas de este tipo. Durante el gobierno militar de Brasil, Dilma formó parte de las guerrillas izquierdistas en contra de la dictadura. "Mi generación luchó mucho para que la voz de las calles sea oída", dijo ella "muchos fueron perseguidos, torturados y muertos por la causa, por lo que la voz de las calles debe ser oída y respetada". En su discurso, sin embargo, hizo énfasis a la importancia que las manifestaciones permanezcan siendo estrictamente pacíficas y que "la violencia de una minoría no puede manchar un movimiento pacífico y democrático".

Anteriormente Jefe de Gabinete durante el gobierno de Lula da Silva, al asumir la presidencia Dilma se propuso a iniciar una campaña en contra de la corrupción a lo largo de todo el poder político y legislativo. Conocida por su aversión a prácticas corruptas, la presidente ha hecho grandes avances en cuanto a instituir leyes y programas para combatir la corrupción como el Programa Brasil Transparente de la Contraloría General de Unión y las nuevas leyes de derecho a información, que dan el derecho a ciudadanos de solicitar información al gobierno y este se ve forzado a proporcionarla. Sus esfuerzos se extienden también a miembros de su propio gabinete. El año pasado, luego de largas investigaciones, Dilma terminó por despedir a su jefe de Gabinete, Rosemary Nóvoa de Noronha, y a los ministros de transporte público, agricultura, turismo y deporte por cargos de corrupción. En términos comparativos, el gobierno de Dilma tiene la erradicación de la corrupción como una meta mucha más importante que otros gobiernos en América Latina. El 24 de junio, Dilma se reunió con varios funcionarios del estado y con los mismos organizadores de las manifestaciones para discutir posibles mejoras a las políticas del país. El día siguiente se anunciaron nuevas iniciativas de salud y servicios públicos.

Sin embargo, al ser entrevistados, muchos manifestantes coincidieron que a pesar de los esfuerzos de Dilma para frenar la corrupción en el gobierno de Brasil, mucho de lo que se hace es sólo retórica, y dos días después de su discurso inicial las protestas continuaron sin haberse debilitado. Muchas críticas son dirigidas al hecho que, por más que el gobierno haya tomado pasos significativos, la corrupción todavía impregna la burocracia y la corte suprema, y la falta de castigo a los funcionarios envueltos en el escándalo del Mensalão es ejemplo de ello.

Fuera de los comentarios de la presidente, los demás políticos brasileños han permanecido en silencio en cuanto a las manifestaciones. Muchos alcaldes han anunciado reducciones en el precio de los servicios de autobús en respuesta a las protestas, pero pocos han expresado apoyo o desacuerdo con el movimiento.

El problema de corrupción no es único a Brasil. Por toda Latinoamérica, la corrupción en un tema del día a día. Algunos trazan los orígenes de estas prácticas a la época colonial, donde las colonias eran oprimidas bajo el poder absoluto del Reino español, y otros atribuyen la corrupción a la llamada "cultura de corrupción", académicos como Bárbara Geddes y Artur Ribeiro Neto han publicado estudios sobre cómo la estructura electoral y constitucional de Brasil puede haber permitido la proliferación de corrupción en el gobierno. Cambios en el año 1985 a las leyes electorales resultaron en la creación de partidos políticos fragmentados y una baja posibilidad de reelección, las cuales a su vez permitieron e incentivaron prácticas corruptas dentro del congreso. Dada la naturaleza desintegrada de muchos partidos, se hizo uso de sobornos para asegurar cooperación, y al mismo tiempo, una economía en deterioro puso presión en el gobierno para que ejerza un liderazgo más coordinado, cosa que se podía lograr más fácilmente por medio de prácticas ilícitas. Desde ese entonces, se piensa, la corrupción en Brasil ha incrementado debido a estos cambios institucionales, y uno de los objetivos de las manifestaciones es tratar de cambiar esta estructura institucional.

Sin embargo, muchos de los problemas de los que se quejan los manifestantes no son, en el sentido estricto de la palabra, sobre corrupción. Por un lado, se puede ver más que nada una diferencia de prioridades entre el pueblo y el gobierno. Como se ve en el video de Carla Duden, mucho del descontento se debe al hecho que, por un lado, los servicios públicos son de mala calidad o inexistentes, y que por otro, el gobierno brasilero esté gastando millones de dólares en la construcción de infraestructura deportiva. Estos gastos son, sin embargo, publicados de manera clara y transparente y no indican necesariamente actos de corrupción, sino, como dice Duden, un deseo del gobierno de "impresionar" al resto del mundo. El pueblo, obviamente, parece no estar de acuerdo con que el gobierno tenga eso como prioridad. "Por más que no concuerde con la definición académica de corrupción", dice Lagunes, "los gobiernos no están, o no deberían estar, para satisfacerse a si mismos". Como indicó Dilma en su discurso, uno de los más grandes retos es hacer los objetivos del gobierno compatibles con los del pueblo, y no viceversa. "Los gobiernos no deben estar ahí para perseguir sus propias causas", añadió Lagunes. "Los gobiernos están ahí porque tienen un poder que se les delega. El público les delega un poder para ser usado para el bien público. Desde esta perspectiva, si hablamos de una perspectiva democrática, la cual Brasil tiene, se entiende perfectamente por qué la gente quiere salir a las calles a exigir al gobierno que redirija su camino para que este favorezca al pueblo".

Movimiento de jóvenes

Pese a que las manifestaciones han sido, en la mayor parte, pacíficas, se han hecho varios paralelos con las recientes protestas en Turquía debido al uso excesivo de fuerza de parte de la policía militar, encargada de contener las protestas. En las ciudades de Bahía y Puerto Alegre, se hizo uso de fuerza sin provocación de los manifestantes. En Sao Paulo, después que las multitudes empezaron a vandalizar tiendas y bancos, la policía lanzó bombas de gas lacrimógeno y disparó balas de jebe a la multitud, resultando en al menos 100 heridos y 120 arrestos, entre ellos protestantes y periodistas. En las manifestaciones de Riberão Preto y Goiás, estos ataques han producido ya cuatro muertos, lo cual ha suscitado acusaciones de brutalidad policial. Sin embargo, una de las similitudes más importantes con las protestas en la Plaza Taksim, ha sido el rol de los medios sociales en la organización de las protestas.

"Son los jóvenes quienes están discutiendo asuntos de importancia social en los colegios, en las universidades, en el trabajo, y todo esto está siendo esparcido por Facebook e Instragram", cuenta Jéssica Leão. "Es nuestra revolución porque el movimiento empieza en línea. Se crean grupos para discutir cuándo y dónde será la próxima manifestación y para hacer llegar el mensaje a miles de otras personas". A pesar que el movimiento fue primeramente impulsado por el Movimiento de Pase Libre, una organización la cual defiende el derecho a la adopción de una tarifa cero para el transporte público, a medida que el movimiento se fue desarrollando, el liderazgo fue cambiando al igual que composición de los manifestantes. Según la organización de recolección de datos Datafolha, en el estado de Sao Paulo la mitad de los participantes de las protestas tiene menos de 25 años, 81% se enteró de las manifestaciones por Facebook, y 22% son estudiantes.

"Lo que esta sucediendo en Brasil tiene precedentes a nivel nacional", comenta Lagunes. "También hemos visto movimientos en masa recientemente en India por lo mismo". A diferencia de India y Turquía, sin embargo, el gobierno de Brasil ha respondido con cierta comprensión e iniciativa a las demandas de los manifestantes. Mientras el movimiento se sigue esparciendo en las calles y en línea, los efectos todavía están por sentirse en la política y sociedad brasilera.