COMITÉ ESTADOS UNIDOS

Observatorio Estados Unidos / Boletín N° 118 / Mayo 2022

Dirección: Roberto Russell

Edición: Analía Amarelle / Equipo redactor: Federico Bursky, Catalina Sandberg y Carla Gebetsberger

 

INDICE

 

POLÍTICA INTERNA DE ESTADOS UNIDOS

Los Demócratas no logran adaptar su estrategia para triunfar

 

POLÍTICA Y RELACIONES EXTERIORES DE ESTADOS UNIDOS

Mientras la guerra continúa, ¿es adecuada la doctrina Biden de política exterior para la actualidad?

 

ESTADOS UNIDOS Y AMÉRICA

Próxima a la Cumbre de las Américas, la doctrina Biden es puesta a prueba

 

 

POLÍTICA INTERNA DE ESTADOS UNIDOS

 

 

Los Demócratas no logran adaptar su estrategia para triunfar

Fuente: The Atlantic

Joe Biden asumió la presidencia en 2020 con el objetivo de expandir la base del voto demócrata. Su estrategia era enfocar su mandato en traer beneficios para los hogares de las familias con ingresos medios y bajos, por ejemplo a través del plan Build Back Better. También buscaba minimizar su involucramiento en disputas culturales e impulsar la cooperación bipartidista (The Atlantic)

Sin embargo, luego de 16 meses en el cargo, el plan parece no estar dando resultados. Por un lado, la administración de Biden se encuentra intentado salvar partes del plan económico Build Back Better, descartando compromisos para aumentar el gasto y enfocándose en la reducción del déficit. De esta manera, espera apaciguar especialmente a Joe Manchin, Senador demócrata que ha obstaculizado la aprobación del paquete económico en el pasado (Financial Times). Además, la inflación alcanza el 8,3% anual y, según una encuesta del Pew Research Center, figura como la preocupación número uno de los votantes estadounidenses. Siete de cada diez ciudadanos, tanto demócratas como republicanos, consideran que la inflación es un gran problema para el país (Pew Research Center).

Por otro lado, según Lemire, de Politico, los esfuerzos demócratas por alcanzar el bipartidismo han llegado a su fin. Si bien hubo algunos casos legislativos de éxito (por ejemplo la Ley de Infraestructura) el obstruccionismo por parte del GOP ha tomado más protagonismo. Al respecto, el presidente Biden declaró que "nunca anticipó" que "los republicanos ultra MAGA que parecían controlar el Partido Republicano hayan logrado controlar el Partido Republicano" Politico. En tanto se acercan las elecciones de medio término, Biden utiliza el término "MAGA", por el slogan de Trump "Make America Great Again", como etiqueta para referirse a aquel sector más extremista de los republicanos. La cita de Biden refleja cómo ha cambiado la posición del Partido Demócrata respecto de la cooperación bipartidista (NPR).

Finalmente, la estrategia de no involucrarse de temas de guerra cultural tampoco tuvo éxito, en tanto los republicanos pusieron en funcionamiento lo que Brownstein describió como un blitzkrieg de temas sociales. Un ejemplo de esta iniciativa fue la Ley Parental Rights in Education (Ley de los Derechos Parentales en la Educación), también conocida como "Don’t Say Gay" Bill (Ley "No Digas Gay"). La misma prohíbe debatir temas de orientación sexual e identidad de género en los jardines infantiles y colegios estatales de Florida, hasta tercer grado. También permite a los padres denunciar los colegios que exponen a los niños a materiales que no son "adecuados para la edad" (Time). Durante 2021 la administración de Biden optó por enfocarse en la aprobación del plan económico Build Back Better y por trabajar en conjunto con el Partido Republicano, en vez de oponerse a las iniciativas sociales republicanas. Sin embargo, en los últimos meses se ha notado un tono más duro. Por ejemplo, durante el discurso de State of the Union, Biden criticó las nuevas leyes estatales sobre votación, derechos LGBTQ y aborto. (The Atlantic).

La polémica más reciente en temas de guerra cultural fue el documento borrador de la Corte Suprema sobre el aborto que se filtró. El 2 de mayo Politico publicó un artículo en donde se dio a conocer el contenido del mismo. El borrador muestra cómo una mayoría conservadora podría llegar a revertir el hito Roe v. Wade de 1973, que permitió establecer los derechos de aborto en Estados Unidos. Este hecho puso esta temática nuevamente en la cima de la agenda política. Al respecto, Biden declaró que "Roe fue la base para la ley por 50 años" y que la "equidad y estabilidad de nuestra ley demanda que no sea revocada" (Financial Times). Asimismo, enfatizó que el derecho de aborto es fundamental y llamó a los votantes a apoyar al Partido Demócrata en noviembre para impulsar más legislación pro-aborto (The Hill).

Sin embargo la respuesta del presidente no ha logrado satisfacer a la opinión pública pro- aborto. Dado que desde la filtración del documento el gobierno no ha puesto en marcha ningún plan de contingencia, se espera que Biden tome una posición más activa y firme. La decepción también deriva de una percibida falta de preparación por parte de los demócratas, en tanto los republicanos han hablado abiertamente sobre la intención de prohibir el aborto (Reuters). Por su parte, la Casa Blanca fue tomada por sorpresa y sus oficiales declararon estar asombrados por la dureza del lenguaje utilizado en el documento. Katherine Clark, miembro de la Cámara de Representantes, afirmó que el Partido Demócrata está planificando una fuerte campaña con protestas y eventos públicos. Sin embargo, también reconoce la difícil posición en la que se encuentra al no contar con la mayoría en el Senado: "Lo que necesitamos es una mayoría que apoye a más de la mitad del país y a su derecho para hacer las decisiones privadas e íntimas por su cuenta" (The Hill).

Brownstein argumenta que no es inusual que los presidentes tengan que cambiar sus estrategias como consecuencia de la aparición de eventos no planificados. Por ejemplo, George W. Bush buscó inicialmente seducir a los votantes moderados y a la comunidad hispánica, y terminó enfocando su presidencia en ser un líder de guerra, luego de los atentados del 11-S. Barack Obama aspiraba a ser una figura unificadora de cambio generacional y de reconciliación racial y debió luchar contra un duro Partido Republicano para liderar a su nación a través de una de las crisis económicas más duras desde la Gran Depresión de 1929. El problema que enfrenta Biden es que todavía no ha descifrado cuáles son las correcciones que necesita llevar a cabo para recuperarse, estando a solo 6 meses de las elecciones de medio término y con un rating de aprobación que alcanza el 41.4% (The Atlantic).

Según un reciente artículo de The New York Times, los números en las encuestas de opinión están principalmente impulsados por una sensación de enojo sobre eventos extraordinarios, como, por ejemplo, el impacto de la guerra en Ucrania en los precios del combustible. El panorama es alarmante para los demócratas incluso en estados y ciudades con fuertes tendencias liberales, por ejemplo en Los Ángeles, donde la aprobación al Presidente se aproxima al 58% (The New York Times).

Los demócratas, lejos de ser un frente unido, se encuentran discutiendo la mejor estrategia para afrontar la delicada situación y exponiendo cruces internos en los medios (ver, por ejemplo, las declaraciones de Bernie Sanders en el artículo de Business Insider). Por un lado, los centristas insisten para que Biden abandone la vanguardia liberal, especialmente en temas clave, como el crimen y la inmigración. Los progresistas, por su parte, sostienen que el presidente debe intentar cumplir con las promesas que hizo durante la campaña en 2020. (Ver un ejemplo de ambas posiciones en el caso de los préstamos universitarios) (The Atlantic).

Según Katie Glueck de The New York Times, todavía resta tiempo para que los demócratas recuperen su posición. Un evento extraordinario, como un descenso de la inflación podría darle a Biden herramientas para seguir luchando (The New York Times). Steven Shepard, de Politico, desarrolló 5 interesantes escenarios que podrían cambiar los pronósticos de las elecciones de medio término. Un posible escenario hace referencia a los desafíos internos que tiene el Partido Republicano, y cómo estos podrían terminar perjudicándolos en las elecciones. Por otro lado, es posible que una eventual victoria demócrata en el Congreso por parte de los estados republicanos Florida, New Hampshire y Missouri beneficie a Biden en las elecciones. El tercer escenario toma en consideración un receso de la inflación. Por el contrario, el cuarto escenario explica cómo el pesimismo de la población como consecuencia de la economía puede acelerar la pérdida de los demócratas. Por último, Shepard desarrolla cómo la cuestión del aborto puede virar los resultados de las elecciones para los republicanos (Politico).  Sin embargo, los resultados más pronosticados implican un escenario difícil para los demócratas. Hounshell en su reciente artículo en The New York Times menciona que el Partido Demócrata se encuentra un tanto pesimista respecto de las próximas elecciones. (The New York Times).

David Axelrod, quien se desempeñó como asesor senior del expresidente Barack Obama, resaltó la importancia de las elecciones de medio término indicando que "el problema de las elecciones de medio término es que no son una elección. Tienden a ser un referéndum de qué partido controlará la Casa Blanca". Queda por ver si los Demócratas podrán alinear su estrategia para conseguirlo (The New York Times).

 

 

POLÍTICA Y RELACIONES EXTERIORES DE ESTADOS UNIDOS

 

 

Mientras la guerra continúa, ¿es adecuada la doctrina Biden de política exterior para la actualidad?

Fuente: Jonathan Ernst / Reuters

La guerra en Ucrania se mantiene en el centro de la agenda global. En términos de relevancia, muchos analistas la equiparan con los atentados del 11-S y, por lo tanto, llaman la atención sobre las oportunidades que tienen los principales países para decidir qué hacer frente al actual contexto, dado que sus medidas pueden traer consigo efectos positivos o desencadenar consecuencias negativas de largo plazo, como ocurrió, por ejemplo, en Medio Oriente tras el 11-S.

Según Matthew Duss (Foreign Affairs), Washington ha tomado hasta el momento decisiones adecuadas que no acarrean mayores efectos negativos. Ha dejado en claro que las tropas estadounidenses no intervendrán en el campo de batalla, ha coordinado y fortalecido a Occidente detrás de la asistencia a Ucrania y no ha desestimado el potencial disuasorio del arsenal nuclear ruso.

No obstante, Duss también opina que el presidente Biden y su equipo podrían avanzar en una serie de cuestiones capaces de alivianar los efectos negativos del conflicto. Entre ellas, destaca la necesidad de paliar las repercusiones negativas de las sanciones en el mercado global de alimentos, de aclarar los términos bajo los cuales Occidente levantaría las sanciones contra Rusia y la posibilidad de hacer más por Ucrania por fuera de la mera asistencia militar, como condonarle su deuda externa.

A ello, Duss añade cuestionamientos a la Casa Blanca en torno a la doctrina Biden de política exterior (al respecto, ver ediciones 111, 113 y 116 de este Boletín), donde detecta contradicciones entre el discurso y el propio ejercicio de la misma. Principalmente, estas se relacionan con que, mientras se plantea discursivamente la disputa global entre democracias y autocracias como dos bandos homogéneos y antagonistas, al mismo tiempo Washington apoya a gobiernos autocráticos en Medio Oriente y desconoce que la homogeneidad de los bandos no es tal dado que dicha disputa también ocurre al interior de los países. Al respecto, vale recordar el ataque al Capitolio en enero de 2021, el cual hizo mermar la solidez de la democracia estadounidense.

En la mirada del autor, dichas contradicciones afectan la legitimidad de la política exterior de Biden al impedirle ser congruente entre sus aspectos discursivo y práctico. A su vez, repercuten en una disminución de su efectividad dado que no permite a Estados Unidos mostrarse como un líder sólido y, en el contexto actual, dificulta la concreción de uno de los principales objetivos de Biden: que Rusia rinda cuentas a nivel internacional por la invasión. Frente a ese diagnóstico, Duss sugiere que, así como el mandatario está dedicando elevados niveles de atención a la guerra en Ucrania, replique ese nivel de énfasis para atender las cuestiones que afectan a la legitimidad de su política exterior al ser esta última central no solo para su gestión en general, sino también para alcanzar sus objetivos en Ucrania en particular.

En otro orden de temas, en una entrevista realizada por Ravi Agrawal (Foreign Policy), el Enviado Especial para el Clima de Joe Biden, John Kerry, analiza la acuciante realidad global en materia de cambio climático y lo prácticamente imposible que será alcanzar el objetivo propuesto en el Acuerdo de París. No obstante, Kerry destaca que la cooperación entre Washington y Beijing es crucial para que la potencia asiática no se corra de la transición energética por temor a quedarse sin energía en su territorio. En ese marco, subraya que Estados Unidos podría mostrarle a China formas de gestionar más eficientemente dicha transición y ayudarla a desplegar energías renovables con mayor velocidad. La mirada de Kerry puede también analizarse desde la óptica de la doctrina Biden.  Expresa un modelo en el que Estados Unidos procura ser líder global y "fuente" de soluciones y que remite a la posguerra cuando Washington ocupaba efectivamente ese lugar. En la propuesta del funcionario, ambos elementos son visibles al ser Estados Unidos quien se pone en el lugar de enseñar cómo hacer la transición y quien debe velar por que todos los Estados persigan el mismo objetivo.

Otra de las aristas de la doctrina Biden ha sido la cuestión económico-comercial. Bajo la frase "una política exterior para la clase media", el mandatario se ha propuesto reducir los efectos negativos de las políticas de su antecesor. Heidi Crebo-Rediker y Douglas Rediker (Foreign Affairs) repasan la performance de Biden en la materia y destacan que, mientras tuvo logros como la relocalización de procesos productivos que representan más trabajo para la clase media, también son varios los desafíos restantes. En particular, estos retos se vinculan principalmente al nexo entre la dimensión comercial de esa política y las cuestiones de carácter estratégico para la Administración.

Por un lado, los autores exploran el perfil estratégico de la política comercial al ser esta indispensable para garantizar insumos primordiales para sectores como los de la defensa y la tecnología. En ese sentido, Crebo-Rediker y Rediker destacan que el presidente Biden ha tomado cartas en el asunto al solicitar un estudio que identifique aquellos insumos en los que Estados Unidos es menos autosuficiente para luego cerrar acuerdos con países cercanos y amigos que le permitan garantizarse su provisión en el largo plazo.

Asimismo, señalan que Biden ha desestimado en buena medida a las instituciones financieras internacionales y, por consiguiente, ha dejado pasar oportunidades para designar altos funcionarios con el fin de posicionar sus intereses en estos ámbitos. En ese marco, concluyen que, si bien el Presidente ha cumplido con ciertos deseos de la clase media, la dimensión comercial de la política exterior estadounidense debe ser más abarcadora y no desatender ninguno de los frentes dado su profundo impacto estratégico que trasciende los intercambios comerciales.

Por último, los autores también analizan los avances de China en materia de acuerdos comerciales en Asia-Pacífico y la forma en la que ha relegado a Estados Unidos a una "débil" presencia en esta región. No se trata solo de un objetivo de realpolitik; ello podría implicar, además, que Beijing establezca los estándares del mercado más grande del mundo en cuanto a número de consumidores y que las empresas estadounidenses no puedan colocar sus productos allí.

En este último punto se puede observar cómo el Indo-Pacífico, región que es el foco de la competencia estratégica entre China y Estados Unidos en el siglo XXI, mantiene su relevancia aun cuando Ucrania sea el centro de escena en la actualidad. Biden pretende no descuidar sus vínculos allí, motivo por el cual se reunió con los mandatarios de los países que integran ASEAN el pasado 12 de mayo en Washington.

Al respecto, en Al Jazeera recogen diversas miradas que abordan el contexto y las motivaciones detrás del encuentro, el cual coincidió con el 45° aniversario de las relaciones entre ambos actores. En líneas generales, los analistas coinciden en que la asistencia estadounidense prometida en la Cumbre de 150 millones de dólares orientados a cuestiones de infraestructura, seguridad y la pandemia no solo es escasa en comparación a la ayuda brindada por China (la cual es 10 veces mayor), sino que tampoco aborda el elemento que más ponderan los países del bloque: la cuestión económico-comercial.

En una entrevista televisiva, Jorge Heine (NTN24) retoma dichos asuntos y subraya que Estados Unidos se encuentra muy por detrás en materia comercial en comparación con China y que, producto de su contexto político doméstico actual, tampoco se encuentra en condiciones de ofrecer un mayor acceso al mercado estadounidense para los países de la ASEAN. Por ello, Washington focaliza sus esfuerzos en la vía diplomática y de seguridad, donde hay intereses compartidos principalmente en torno a la disputa por el Mar de China, para no perder atractivo frente a China.

Asimismo, enfatiza que los países de ASEAN se caracterizan por ser prácticos y que apuestan por un "equilibrio dinámico" entre China y Estados Unidos, motivo por el cual será muy difícil para Biden alinear al bloque en su competencia estratégica con China aun cuando compartan intereses y preocupaciones geopolíticas. Por último, en términos de la doctrina Biden de política exterior, Heine coincide con Duss e identifica incongruencias entre el discurso y la práctica al contar algunos miembros de ASEAN con regímenes no democráticos y aun así Washington aspira a entablar vínculos más cercanos con ellos, lo que debilitaría una vez más el sustento doctrinario de la política exterior.

 

 

ESTADOS UNIDOS Y AMÉRICA

 

 

Próxima a la Cumbre de las Américas, la doctrina Biden es puesta a prueba

Fuente: AS/COA

A lo largo del último mes, algunos analistas advirtieron una moderación en los pronunciamientos de la Administración Biden en torno a las posturas de los países latinoamericanos frente a la invasión rusa a Ucrania. Sugieren que el Departamento de Estado busca evitar endurecer su posición de cara a la IX Cumbre de las Américas a realizarse en Los Ángeles entre el 6 y 8 de junio (Foreign Policy). Esto ha sido observado especialmente a fines del mes de abril a través de las declaraciones públicas de los últimos representantes que viajaron a la región, más específicamente a partir de la visita de la comandante del Comando Sur a la Argentina y la visita de una delegación de funcionarios estadounidenses de alto nivel a Brasil. Si las visitas incluyeron advertencias estadounidenses sobre las posturas de los países sobre Rusia, estas se dieron en privado (Foreign Policy). A mediados del mes de mayo se sumaron dos medidas concretas que alejan a la Administración de Biden del enfoque de sanciones y aislamiento diplomático hacia Cuba, sobre la cuestión migratoria, y Venezuela, en lo que respecta a su explotación petrolera (Foreign Policy). "El Departamento de Estado no quiere estropear el período previo a la Cumbre planteando problemas con gobiernos clave tan cerca del 'gran día', especialmente cuando es probable que haya una larga lista de invitados y algunos jefes de estado podrían decidir no asistir", explicó Christopher Sabatini de Chatham House a Foreign Policy. En todo caso, se busca profundizar una agenda amplia en temas de cooperación, inversión, comercio, derechos humanos, medio ambiente, seguridad y defensa.

El 25 de abril funcionarios de los Estados Unidos y Brasil sostuvieron sus primeras conversaciones de alto nivel desde 2019. La subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos de Estados Unidos, Victoria Nuland, y el subsecretario de Crecimiento Económico, Energía y Medio Ambiente, José Fernández integraron la delegación de Estados Unidos. En el encuentro se evaluaron los avances en una amplia gama de áreas como la relación comercial bilateral y la cooperación en foros multilaterales (Inter-American Dialogue). De acuerdo a Rubens Barbosa, exembajador de Brasil ante Estados Unidos, la agenda bilateral es principalmente económica y comercial y el reciente diálogo entre los dos países refuerza este punto de vista. Una cooperación más estrecha en esas áreas fortalecería los lazos políticos y diplomáticos entre ambas partes y también abriría espacio para el progreso en otras áreas como inmigración, defensa, salud y energía (Inter-American Dialogue).

Por su parte, la comandante del Comando Sur, Laura Richardson, realizó a fines de abril su primer viaje a la región. Se reunió en la Argentina con la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner y el ministro de Defensa, Jorge Taiana. La general Richardson también presentó donaciones humanitarias en nombre del Departamento de Defensa de los Estados Unidos para apoyar los esfuerzos de los Cascos Blancos de la Argentina. En particular, agradeció a los Cascos Blancos su participación en operaciones internacionales de asistencia humanitaria, especialmente su reciente tarea en Ucrania, e hizo entrega de una donación de equipamiento médico para apoyar su trabajo. También participó de un encuentro con mujeres militares argentinas en el que se intercambiaron ideas y experiencias para promover el desarrollo profesional y el creciente rol de las mujeres en el área de defensa.

El fortalecimiento de la relación con la Argentina y Brasil, especialmente con este último país, posibilitaría según la visión de distintos analistas un mejor posicionamiento de Estados en el Cono Sur, algo que se ha mantenido como una prioridad secundaria para los tomadores de decisiones estadounidenses en el último tiempo (Inter-American Dialogue). Sin embargo, y a menos de dos semanas de la celebración de la IX Cumbre de las Américas, "existe el temor de que, en vez de resaltar la visión del gobierno de Biden para una parte del mundo que el expresidente Donald Trump ignoró en gran medida, el evento podría mostrar la disminución de la influencia de Estados Unidos para que su agenda avance en la región" (New York Times). Todavía no se han enviado invitaciones formales y la Casa Blanca ha dicho que no se ha tomado una decisión final sobre quién será invitado (The White House). Sin embargo, la negativa de invitar a Cuba, Venezuela y Nicaragua, difundida por las declaraciones de un portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, desprendieron una serie de críticas y amenazas de posibles inasistencias por parte de los principales mandatarios de la región.

El 10 de mayo, el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, anunció que no asistiría al encuentro si los gobiernos de esos países no son invitados: "Si se excluye, si no se invita a todos, va a ir una representación del Gobierno de México, pero no iría yo. Me representaría el canciller Marcelo Ebrard" (Ciudad Debate). El pronunciamiento de López Obrador fue ese mismo día acompañado por el del presidente de Bolivia, Luis Arce, quien afirmó: "Una Cumbre de las Américas que excluye a países americanos no será una Cumbre de las Américas plena, y de persistir la exclusión de pueblos hermanos, no participaré de la misma" (Ciudad Debate).

Al día siguiente, la presidenta de Honduras, Xiomara Castro, y el presidente de la Argentina, Alberto Fernández, abogaron por que se invite a todos los países latinoamericanos. Es posible que el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, tampoco asista a la Cumbre, según varios funcionarios de su gobierno  (New York Times). El presidente brasileño ha mantenido una relación fría con Washington, y la Cumbre prometía ser la primera vez que Bolsonaro y Biden hablarían como presidentes. Anterior a la declaración de López Obrador, la Comunidad del Caribe (CARICOM) alertó que sus miembros podrían no asistir en caso de invitar al líder opositor venezolano Juan Guaidó en representación de su país, en vez del presidente Nicolás Maduro (The Gleaner).

Las críticas se revelan como parte de los desafíos que enfrenta Estados Unidos para promover sus intereses en las Américas de entender a la Cumbre como el "evento de mayor prioridad" de Estados Unidos para el hemisferio, siguiendo las declaraciones de un portavoz del Consejo de Seguridad Nacional (New York Times). Entre otros temas, el gobierno estadounidense busca lograr un acuerdo regional significativo sobre la migración indocumentada antes de las elecciones intermedias, específicamente con México pero también con Brasil (New York Times, CERES). La ausencia de los primeros mandatarios de las dos potencias subregionales a la Cumbre haría más difícil lograr un acuerdo migratorio viable. "Si tienes una Cumbre de las Américas sin los presidentes de México y Brasil, casi no tiene sentido (...)", afirmó Jorge Castañeda, excanciller mexicano, "(...) sería una Cumbre fallida". De manera análoga, el excanciller de Brasil, Ernesto Araújo dijo: "Si es una Cumbre vacía, es un mensaje para el resto del mundo de que no hay coordinación ni puntos en común entre los países de las Américas" (New York Times). En un foro impulsado por el Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social de Bolivia el pasado 20 de mayo, Grace Jaramillo indicó que gran parte de la reticencia de los líderes de Brasil y México frente a la Cumbre proviene por el temor de sus presidentes a tener que responder a las presiones de Estados Unidos en dicho encuentro para "avanzar hacia un acuerdo migratorio intervencionista (...), de allí proviene el nudo gordiano de esta Cumbre de las Américas" (CERES).

De acuerdo a la opinión del editor en jefe del Americas Quarterly, "toda la controversia tiene un sentimiento claramente post imperial: (...)" (Americas Quarterly). Es decir, la Cumbre difícilmente podrá evadirse de los desafíos actuales que, en síntesis, limitan todo tipo de estrategia continental de Washington para América Latina. Meses atrás, Oliver Stuenkel señalaba que a fin de avanzar en la articulación de agendas subregionales era necesario resistir a la tentación de enmarcar demasiado la conversación en torno a la Doctrina Biden, o la división de bloques internacionales entre democracias y autoritarismos (Americas Quarterly). Brian Winter destacó recientemente la imposibilidad de superar este paradigma por presiones internas: frente a la aproximación de las elecciones de medio término, la necesidad de atender la agenda electoral de la Florida y captar al "voto latino" que rechazaría una política de conciliación con Cuba, Venezuela o Nicaragua (Americas Quarterly). Dos recientes anuncios de la Casa Blanca parecen indicar un cambio de perspectiva, condicionado por la cercanía de la IX Cumbre: el lunes 16 de mayo el Departamento de Estado anunció la flexibilización de las medidas frente a la inmigración cubana (Department of State) y al día siguiente, el martes 17 de mayo, funcionarios del gobierno estadounidense anunciaron la flexibilización de algunas sanciones contra Venezuela (Associated Press).

Las medidas adoptadas el lunes 16 de mayo reflejarán "una relajación de sanciones específicas que, en su conjunto, se parecen más a la política hacia Cuba del primer mandato de Obama que al avance histórico de restaurar las relaciones diplomáticas plenas anunciado en diciembre de 2014" (World Politics Review). William Leogrande recuerda que la decisión de Obama  de normalizar las relaciones estuvo fuertemente influenciada por el regaño público que recibió de los jefes de estado latinoamericanos en la Sexta Cumbre de las Américas en 2012. Incluso los aliados regionales de Estados Unidos advirtieron que a menos que Cuba fuera invitada a la Cumbre de 2015, no asistirían. "El extraño paralelismo entre la vergüenza que sufrió Obama en la Sexta Cumbre y el riesgo de una vergüenza aún mayor para Biden en la novena finalmente ha obligado a la Casa Blanca a aceptar una reapertura limitada a Cuba" (World Politics Review). Al día siguiente, el martes 17, oficiales del Departamento de Estado de los Estados Unidos anunciaron bajo condición de anonimato que se flexibilizarán de manera limitada algunas sanciones contra Venezuela, con el fin de promover el diálogo entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición (La Nación, The New York Times). Esto no le posibilitará a Chevron Corp. perforar ni exportar petróleo de origen venezolano (Politico), pero sí le permitirá a la compañía comenzar conversaciones previamente prohibidas con el gobierno de Venezuela sobre un posible reinicio de la producción que había cesado bajo las sanciones de Estados Unidos (The Washington Post). Distintos analistas sugieren que estas medidas son limitadas y están lejos de suponer una normalización de las relaciones de Estados Unidos con los gobiernos de ambos países (The New York Times, Politico, BBC). Se ha sugerido, en todo caso, que las mismas se derivan de su contexto: una antesala de la Cumbre "signada por pugnas y el riesgo de su boicot" (BBC).

A la cercanía de la Cumbre se le añade otro dato sustantivo: el fortalecimiento de las alianzas entre América Latina con China y Rusia que resignifican "la relevancia estratégica que Washington asigna a la región" (Boletín nº 117 del Observatorio de Estados Unidos del CARI). Nicaragua, Cuba y Venezuela, además de ser los únicos países "no libres" en toda América Latina y el Caribe de acuerdo a los últimos reportes de Freedom House (1), son también los principales aliados continentales de Rusia. En el caso de Nicaragua, Manuel Orozco ha señalado cómo Ortega ha afirmado su alianza con Rusia y un consiguiente rompimiento con la relación estratégica con Estados Unidos y América Central y el Caribe (Inter-American Dialogue). La reinserción militar de Moscú a través del envío de unidades militares a Cuba y Venezuela, anunciada en enero de este año por el viceministro de relaciones exteriores ruso, y el avance hacia un régimen de seguridad tripartito reanima preocupaciones en Washington, especialmente luego de la invasión de Rusia a Ucrania (Real Instituto Elcano). Asimismo, el fortalecimiento de la relación y diálogos de alto nivel de China con los países de la región a través de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) ha restado protagonismo a los mecanismos de cooperación de América Latina con Estados Unidos, de acuerdo a las recientes reflexiones desprendidas del foro organizado por CERES.

La falta de liderazgos regionales claros y las dificultades de política interna que enfrentan los países latinoamericanos han debilitado notablemente los mecanismos de coordinación regionales obstaculizando también una política de Estados Unidos para la región, que también atraviesa serios problemas y fracturas internas (Boletín nº 117 del Observatorio de Estados Unidos del CARI). La reciente salida anticipada de los representantes de Nicaragua ante la OEA por disposición de Daniel Ortega se presenta, por un lado, como un nuevo avance en el proceso de autoaislamiento del país y, por otro, como un reflejo de la crisis del multilateralismo continental, de acuerdo a Manuel Orozco, director del Migration, Remittances and Development Program del Inter-American Dialogue (Confidencial).

Las reflexiones en torno a la disminución o fin de la hegemonía de los Estados Unidos se hacen eco del desgaste de su influencia en Latinoamérica. La próxima Cumbre tendrá como principal desafío identificar algunos intereses comunes en temas específicos que puedan traducirse en políticas concretas. Este aspecto será tema de análisis en el próximo Boletín.

 

NOTAS:

 

(1) Esto también había fundamentado la exclusión de Cuba, Nicaragua y Venezuela en la Cumbre por la Democracia celebrada el 8 de diciembre de 2021 (The White House).

 

El Observatorio Estados Unidos brinda información por medio del seguimiento en los medios de prensa de los principales acontecimientos vinculados a la política interna norteamericana, a los Estados Unidos y el mundo, y a los Estados Unidos y América Latina en particular. Las opiniones expresadas en esta publicación son exclusiva responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento del CARI.

 

 

Si desea dejar de recibir nuestros mensajes, ingrese su dirección de correo y luego presione el botón para desuscribirse: