12 de marzo de 2010

Sesión académica a cargo de Péter Balázs, Ministro de Asuntos Exteriores de la República de Hungría

Por Juanita Ceballos

Péter Balázs, Ministro de Asuntos Exteriores de la República de Hungría, brindó el viernes 12 de marzo una conferencia organizada por el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Durante su exposición analizó la situación de la Unión Europea después del Tratado de Lisboa y expuso las prioridades de la presidencia húngara.

Al inicio de su disertación recordó la estratégica ubicación geográfica de Hungría en Europa Central. En ese mismo, sentido afirmó que con la caída del muro de Berlín, luego de 40 años de socialismo, se instauró "una vocación europeísta en Hungría", que constituyó el primer escalón para que durante un largo período, la membresía a la Unión Europea (UE) se fijara como un objetivo central de su país. Para el Doctor en economía, esta incorporación, que se concretó el 1 de mayo de 2004, tuvo un enorme impacto, ya que para lograrlo se tuvo que alcanzar una armonización entre las pautas culturales nacionales y las del conjunto europeo.

El Tratado de Lisboa, promulgado el 13 diciembre de 2007 y en vigencia desde el 1 de diciembre de 2009, fue diseñado para mejorar el funcionamiento de la organización mediante la modificación del Tratado de la Unión Europea (Maastricht) y el Tratado constitutivo de la Comunidad Europea (Roma). Se estableció el reconocimiento de los Parlamentos nacionales como parte del tejido democrático de la UE y se fijaron presidencias tripartitas rotativas con una duración de 18 meses, entre otras modificaciones. La primera presidencia comenzó en enero de este año y está conformada por España (presidencia actual), Bélgica y Hungría, quien asumirá el liderazgo del trío en enero del 2011.

De acuerdo con Balázs, antes de la promulgación de dicho tratado, la Unión Europea tenía tres objetivos principales. El primero de ellos era crear una moneda única, que fundara una red de seguridad en la que cada miembro tuviera una enorme responsabilidad frente a los demás. El segundo era lograr un crecimiento en lo que respecta a los países miembros. Fue aquí cuando hizo hincapié en el alto impacto que tuvieron las sucesivas ampliaciones. "Antes, cuando nos sentábamos en las mesas de negociación, nos veíamos unos a otros, ahora en las grandes mesas ya no nos vemos los ojos", aseguró.

Con los dos primeros objetivos cumplidos, quedó solamente uno por hacer realidad: crear una constitución para Europa. Fue en este punto cuando en el año 2000 surgió, como destacó el canciller Balázs, la idea de crear un documento que le diera una base sólida a la UE. Esta idea se plasmó en un Tratado que permitiría dotar a la Unión Europea de una Constitución propia; sin embargo, este proyecto fue descartado ante el "no" de Francia y de los Países Bajos. Luego de sortear éste y otros obstáculos, y gracias a una "excelente presidencia alemana", en la conmemoración de los 50 años del tratado de Roma se logró esbozar el primer bosquejo de un nuevo tratado. Este documento, que finalizó por concretarse en el Tratado de Lisboa, tiene como objetivo modernizar las instituciones de la Unión Europea y adaptarlas a la realidad de una Europa de 27 miembros.

Con respecto al estado actual de este instrumento, aseguró que se encuentra en una fase inicial de implementación. Expresó que gracias a este tratado, la comunidad europea ha comenzado nuevamente sus actividades y que ahora "nadie nos impide hablar como una sola voz y lanzar políticas en común".

Al poner la mirada en el futuro, opinó que "en la actualidad Europa está completamente dividida, sin embargo, sólo pueden hallarse soluciones buenas si se trabaja en conjunto". En este sentido hizo una reflexión sobre la actitud de los distintos países frente al sistema tributario. "Los Estados miembros están dispuestos a unir esfuerzos, pero si hablamos de impuestos, cierran los ojos y se olvidan de la cooperación porque quieren recibir la mayor cantidad de dinero".

Al hablar sobre futuras incorporaciones a la UE, estableció una alegoría con un partido de fútbol. "Las reglas iniciales están establecidas para que sean 11 jugadores. Si fueran 27 se matarían corriendo de un lado al otro. Al incrementar el número de jugadores, hay que cambiar las reglas de juego. Lo mismo ocurre con la Unión Europea. Es necesario adaptarla a las nuevas realidades". No obstante y en referencia a los obstáculos impuestos al ingreso de determinados países, opinó que no hay que olvidar los fundamentos establecidos en el tratado constitutivo. "Todos los estados europeos pueden presentarse como candidatos para ser miembros", recordó.

Sostuvo que el nuevo mapa europeo requiere una nueva democracia y que una de las prioridades de la futura presidencia húngara será poner en marcha la Estrategia del Danubio, un acuerdo regional sobre el agua, que tiene como fin desarrollar el potencial económico del río más largo de Europa y lograr una mejora en las condiciones sociales y medioambientales de la región. Asimismo, remarcó la urgencia de resolver la dependencia energética de una sola fuente. Resaltó que durante la presidencia de su país, se harán esfuerzos por promover la relación con los países balcánicos y para lograr un mayor acercamiento con los países del Este Europeo.

"Y por último, tendremos que ser capaces de resolver el mayor problema de cualquier presidencia, los eventos inesperados. Se pueden hacer planes, escribir libros y organizar equipos de trabajo, pero cuando uno menos lo espera ocurre algo completamente imprevisto. Las presidencias siempre serán juzgadas de acuerdo a su capacidad para resolver ese particular acontecimiento. En 2008, durante la presidencia de Francia, se escribieron una enorme cantidad de libros y, ¿qué ocurrió? La agenda estuvo dominada por el conflicto entre Georgia y Rusia y por la crisis financiera mundial. Por esta razón, tenemos que entrenar a nuestros funcionarios como jugadores de fútbol, para que puedan vencer al enemigo inesperado y después se conviertan en los mejores".