10 de febrero de 2011

Sesión académica a cargo de Juan José Escobar Stemmann, organizada por el Comité de Asuntos Africanos, de los Países Árabes y Oriente Medio

Por Fernando Mourón

Las autocracias liberales, promoviendo un proceso de islamización y evitando la consolidación de agrupaciones políticas seculares, consiguieron que no se desarrollen fuerzas de interpretación liberal sobre el Islam y, por lo tanto, truncaron un posible proceso de democratización real de las sociedades

Los recientes acontecimientos en diversos países de Oriente Medio han llevado a la reflexión a diversos especialistas de las relaciones internacionales. En este intento por entender e interpretar el proceso que tiene ha lugar en esta región del mundo es que se inscribe el Seminario llevado adelante por el CARI y que contó con los valiosos aportes de Juan José Escobar -especialista en Medio Oriente- y de Atilio Molteni -ex Embajador argentino en Israel-.

En primer lugar Juan José Escobar realizó una breve introducción sobre el modelo social de las sociedades árabes al que denominó neopatriarcado. El mismo se caracteriza, según el especialista, por ser el producto de la combinación de la tradicional estructura patriarcal de las sociedades árabes y los elementos de la Modernidad importados de Occidente. De acuerdo a Escobar, el Neopatriarcado tiene tres rasgos distintivos: el primero, una fragmentación social que deviene en una estructura social donde priman mayoritariamente las relaciones entre clanes y de parentesco; el segundo, una organización genérica autoritaria; y el tercer elemento, un paradigma de lo absoluto, lo cual supone que la práctica política se basa más en la trascendencia y la revelación que en la legitimidad democrática.

Para poder compararlo apropiadamente con el modelo político árabe, el expositor definió el concepto de democracia liberal en base a sus componentes clásicos: su elemento más bien democrático (el gobierno del pueblo donde existe el derecho a ser elegido y a ser elector y donde los gobiernos son representativos) y su aspecto liberal (poder limitado por la ley, por el reconocimiento de una serie de derechos individuales y que presupone la existencia de una sociedad civil consolidada que defiende estos parámetros).

Luego de definir claramente estos conceptos, el diplomático español hizo referencia a lo que sería una tercera vía de Democracia en el mundo árabe, la cual se caracteriza primordialmente por su índole instrumental, es decir, un arreglo institucional que supone un acuerdo sobre las reglas que deben regular el ejercicio de poder y que se basa fundamentalmente en la garantía mutua de reconocimiento de los intereses vitales de cada parte.

Para terminar con la reseña en lo que refiere a conceptos teóricos, Escobar planteó que el modelo político que rige en la mayor parte de los países árabes son las autocracias liberales, fruto de las protestas sociales que tuvieron ha lugar a inicios de la década del 80 en el mundo árabe y que permitieron que grupos seculares e islamistas accedieran a participar en determinados procesos políticos. Tres factores fueron los que permitieron a las autocracias liberales consolidarse: no intentaron imponer una visión única de la comunidad política; no actuaron de manera hegemónica; y finalmente, enfrentaron a los grupos entre sí (Ej.: islamistas con seculares) para presentarse como árbitros del juego político y patrones de las instituciones religiosas.

He aquí lo interesante del análisis de Escobar: las autocracias liberales, promoviendo un proceso de islamización y evitando la consolidación de agrupaciones políticas seculares, consiguieron que no se desarrollen fuerzas de interpretación liberal sobre el Islam y, por lo tanto, truncaron un posible proceso de democratización real de las sociedades.

Pasando a un análisis más bien de tipo fáctico, Escobar afirmó que luego de los cambios políticos en la década del 80 y tras los acontecimientos del fatídico 11 de septiembre que llevaron a los Estados Unidos a intentar expandir la democracia en la región, estaríamos en presencia de una tercera ola de demandas políticas del mundo árabe. Esta por su parte tendría tres rasgos comunes que la diferencian de las anteriores: primero, es un movimiento ciudadano (hay demanda por ejercer derechos de ciudadanía); segundo, es un movimiento de jóvenes (70% de la población árabe es menor de 30 años, de los cuales muchos de ellos se encuentran desempleados pero calificados), mujeres y trabajadores; tercero, es un movimiento espontáneo, sin liderazgos ni ideologías.

Según Escobar, los factores que habrían desencadenados las protestas habrían sido los aumentos en los precios de las materias primas a nivel mundial (que acarrearon un incremento exponencial en los importes de los productos básicos), sumado a un 40% de desocupación en los sectores más jóvenes.

Posteriormente, el expositor presentó dos escenarios posibles tras la caída de Mubarak en Egipto: uno, el avance del campo opositor reformista que pretende una transición plena hacia una democracia parlamentaria (dimisión de Mubarak, disolución de las cámaras, reforma de la constitución para terminar con un régimen presidencialista y fin de la ley de emergencia); o bien, la perpetuación del actual régimen con el Ejército a la cabeza a partir de una reforma gradual y una transición controlada.

Por último Escobar analizó el futuro de los islamistas. A pesar de la reevaluación doctrinal luego del fracaso en la década del 90 de las revoluciones islamistas en Egipto, todavía existe una tensión en estos grupos entre la intención de establecer un Estado Islámico y la posibilidad de convertirse en actores influyentes dentro de sistemas pluralistas. Si bien el orador reconoció un cierto grado de moderación entre los islamistas en lo que respecta a política interna, lo mismo no estaría ocurriendo en materia de política exterior.

Por su parte, el ex Embajador argentino en Israel, Atilio Molteni, inició su análisis centrándose en el posicionamiento de los Estados Unidos frente a esta crisis y cómo la misma puede llegar a impactar en el Estado de Israel. En primer lugar destacó que el foco de las protestas en El Cairo, a diferencia de casos anteriores, no está centrado en la oposición hacia los Estados Unidos e Israel, sino que se trata de una acción popular que tiende a un cambio de la estructura interna egipcia.

Egipto ha sido para los Estados Unidos un aliado fundamental durante prácticamente 30 años, con lo cual, una modificación de los lineamientos de El Cairo va a tener inevitablemente una fuerte repercusión en Washington. Durante los dos mandatos de Bush la política norteamericana se basó en el intento de democratización de los países árabes; tras la asunción del presidente Obama, sus primeras medidas respecto a la relación con el "Mundo árabe" fueron de cautela, dejando en manos de los países en cuestión los procesos de democratización. Dicha actitud se ha ido modificando a tal punto que, luego de las manifestaciones del 25 y 26 de enero en El Cairo, la presión de los Estados Unidos favorece un cambio dentro de la estructura interna de Egipto.

Los intereses geopolíticos de los Estados Unidos ya se encuentran demasiado comprometidos en la región por la situación en Irak y Afganistán; de agravarse el conflicto en la zona del Mágreb, lo que suceda en Medio Oriente pasará a ser prioridad número uno para Washington

Según Molteni, actualmente Estados Unidos ha perdido injerencia en Medio Oriente, fundamentalmente debido a las Guerras en Irak y Afganistán. A su vez, toda la logística militar para dichos conflictos tiene como zona de paso a Egipto; por lo cual, si llegase a descontrolarse la situación en este país, los Estados Unidos verían debilitarse aún más su posición en la región y perderían un aliado al cual otorgan más de 1.200 millones de dólares en ayuda militar.

Molteni vislumbró tres escenarios posibles para el futuro de Egipto: uno es el triunfo del sector democratizador; un segundo escenario sería un camino parecido a lo que acontece en Turquía, es decir, un país donde los elementos islámicos tienen cada vez más poder; y un tercero podría ser el control de la situación por parte del Ejército y un incipiente proceso de democratización controlada. Llegado el caso, los Estados Unidos podrían profundizar sus vínculos con Israel así como acentuar sus relaciones geopolíticas con los países del Golfo para hacer frente a la posición iraní y la de Hezbollah en Líbano.

En cuanto a la situación de Israel, la caída del régimen de Mubarak sería un retroceso en el intento por mantener algún aliado a nivel gubernamental en la región. Si a esto le sumamos el incremento de la fuerza militar de Hezbollah en el Líbano, fruto de la ayuda iraní y siria, estaríamos en presencia de un panorama aún mas desalentador para Tel Aviv. A su vez, habría modificaciones sustanciales en lo que respecta a la relación entre Hamas e Israel y, fundamentalmente, en la percepción que tiene Tel Aviv con respecto a la evolución del plan nuclear iraní. Según datos otorgados por Molteni, dicho proyecto habría tenido una serie de inconvenientes en los últimos tiempos y el plazo para que Teherán sea capaz de producir un arma de destrucción masiva no sería menor a 2 años. Sin embargo, un declive de la posición de Egipto a nivel regional podría permitirle a Irán ocupar un lugar de mayor relevancia en Medio Oriente.

Por último Molteni destacó que ninguno de los actores afectados se encuentra satisfecho con el accionar estadounidense. Mientras que Israel preferiría una participación más activa por parte de Washington y los manifestantes una condena al gobierno de Mubarak más fuerte, el actual gobierno egipcio no ha visto con buenos ojos las críticas lanzadas por el presidente Obama en los días posteriores a la ocupación de la Plaza de la Libertad. En resumidas cuentas, el ex Embajador argentino en Israel destacó que los intereses geopolíticos de los Estados Unidos ya se encuentran demasiado comprometidos en la región por la situación en Irak y Afganistán; de agravarse el conflicto en la zona del Mágreb, lo que suceda en Medio Oriente pasará a ser prioridad número uno para Washington.