Su Excelencia el señor Presidente de la República de Sudáfrica D. Nelson Mandela

Firma del Libro de Honor del CARI luego de su incorporación como Miembro Honorario. Alvear Palace, Buenos Aires, 23 de julio de 1998

Madiba, como lo llaman cariñosamente los suyos, ha insuflado el último respiro en su casa de Johannesburgo dejando a los noventa y cinco años el gran escenario de la vida.

Él, el preso político más famoso del mundo, tuvo como preludio de vida y horizonte cercano, a los barrotes de una cárcel infame durante 27 largos años.

Pero no era un hombre mezquino ni de entregarse. Fue así que en su segunda vida, al aire libre y sobreponiéndose a la adversidad, puso fin al régimen del apartheid y sentó las bases para una nueva Sudáfrica democrática.

Fue el líder capaz de hacer de África del Sur el modelo de reconstrucción de un Estado, en un espíritu de amplia y generosa reconciliación, lejos rencores y venganzas. El mejor ejemplo de rechazo al odio y a la venganza encuentra su plena expresión en la promulgación de la ley de la unidad nacional y la reconciliación, además de la creación de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, en el primer año de su llegada al poder.

Con paciencia, sabiduría y voluntad de sacrificio por los demás, Nelson Mandela lideró un movimiento para unificar a una nación dividida y reconciliar décadas de dolor y el racismo.

Por eso es que en 1993, le fue otorgado el premio Nobel de la Paz.

La grandeza de Nelson Mandela estaba en su manera de sobrevolar magistralmente la prueba de la alteridad. Es decir, el otro.

Mandela ganó la discusión, haciendo lo que define su liderazgo: la conciliación de la generosidad con el pragmatismo, la búsqueda de un terreno común entre los valores más elevados de la humanidad y de la aspiración de los políticos en el poder.

Toda su vida es un ejemplo de tenacidad, determinación, coraje, inteligencia política poco común.

El itinerario de Nelson Mandela es, en muchos sentidos -incluyendo política y humanamente- la de un hombre excepcional, un monumento político que ha sentado las bases de una nueva nación sobre las ruinas de la aberrante política del apartheid.

La senda de Nelson Mandela es la de un gigante que caminaba el mundo como un coloso.

La de una mente cuyos pensamientos han abierto las puertas a nuestra libertad.

La de un corazón cuyos sueños le dieron esperanza a los desheredados y olvidados.

La de una suave voz de la razón, cuyas palabras medidas sacudieron los tronos de los tiranos.

Madiba es distinto. Sus abundantes reservas de amor, sencillez, honestidad, servicio al prójimo, humildad, coraje, paciencia, tolerancia y rectitud sirvieron continuamente como un reservorio de fuerza para muchos millones de personas en África del Sur y del mundo.

Mandela simbolizará siempre las cualidades de liderazgo colectivo, la reconciliación, la unidad y el perdón.

El triunfo de la esperanza sobre la adversidad. Del logos sobre lo irracional. Del Espíritu, sobre la fuerza.

Se ha enterrado a Nelson Mandela, pero no se pueden enterrar sus ideas y triunfos.

Todo el mundo está de luto. La acción, la vida de Nelson Mandela será por siempre el frontón de la humanidad.

Dejemos que una nueva edad amanezca.