5 de abril de 2009, Diario Uno, Opinión, Mendoza

Aplausos para nuestros "think tanks"

Entidades argentinas dedicadas a la investigación, análisis y evaluaciones de temas de interés público, social y económico, figuran entre las mejores del mundo

José Alejandro Consigli, Profesor de Derecho Internacional. Facultad de Derecho, Universidad Austral

En medio del bombardeo de noticias sobre la crisis global, las dificultades nacionales y los problemas locales, una excelente información sobre la Argentina pasó casi desapercibida. Un ranking elaborado por académicos de la Universidad de Pennsylvania colocó a nuestro país en el quinto lugar del mundo y primero en Latinoamérica y el Caribe en cuanto a cantidad de "think tanks". Se trata de un avance importante, pues el año pasado Argentina se ubicaba en el octavo lugar.

Sobre cerca de 5.500 en todo el orbe y 538 en Latinoamérica, contamos con 122 de estas usinas de ideas, siendo antecedidos por cuatro potencias mundiales, Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania y Francia, y por delante de estados con mayor cantidad de habitantes como la India, Rusia y Japón.

Nuestro vecino Brasil tiene 39 de esas instituciones y Chile cuenta con 36.

El otro gran país hispanohablante, México, es sede de 54 centros.

¿Qué son los "think tanks"? Son entidades que realizan investigación, evaluación y análisis de cuestiones directamente ligadas con asuntos públicos políticos, sociales y económicos, y ayudan de este modo a que los dirigentes tomen decisiones adecuadas y a que el público esté informado para poder influir sobre sus dirigentes. Algunos "think tanks" son parte de instituciones mayores –generalmente universidades– y otros son autónomos, pero todos tienen un funcionamiento permanente. Actúan como un puente entre lo puramente académico y la gestión de la comunidad, aportando voces independientes en servicio del interés general.

El informe de la Universidad de Pennsylvania los divide en varias categorías según su orientación, vinculación con los gobiernos o con partidos políticos, posibilidades de influencia, etcétera. Algunos son muy conocidos, como el Cato Institute o The Heritage Foundation. Otros realizan una acción local, que no por menos difundida es menos influyente, convencidos de que las buenas ideas son las que terminan moviendo al mundo con más eficacia que el poder de las armas o la violencia.

Entre los primeros 25 "think tanks" latinoamericanos, 9 son argentinos. El orden de nuestro continente está encabezado por el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) –entidad fundada en 1978 por el embajador Carlos Muñiz y actualmente presidida por el ex canciller Adalberto Rodríguez Giavarini– que se centra en el estudio de las realidades que afectan a la conexión de nuestra república con el mundo: asuntos estrictamente políticos, pero también económicos, comerciales, de seguridad, estratégicos, jurídicos, etcétera. Su nutrida agenda de actividades y la cantidad y calidad de grupos de investigación y de publicaciones fundan sobradamente ese liderazgo. En otros puestos de privilegio aparecen también el CIPPEC, FIEL, la Fundación Libertad y el CELS.

El ranking ha sido elaborado considerando la directa relación de las ideas generadas por los "think tanks" con los cambios producidos en sus áreas de influencia, el respeto del que gozan en sus respectivos países y en la comunidad intelectual, el acceso que tienen a los políticos, a los medios de comunicación y a los académicos, la capacidad de generar nuevas ideas y enfoques, las publicaciones, los donativos que reciben, etcétera. El mérito argentino no es entonces sólo por cuestión de cantidad, sino también de calidad.

Los últimos presidentes norteamericanos han recurrido a los "think tanks" de su país para nutrir las filas de sus gobiernos. Como reciente ejemplo tenemos a Barack Obama que eligió a John Podesta, presidente del Center for American Progress, para liderar el equipo de transición hacia la Casa Blanca. Por algo a los "think tanks" se los suele denominar "gobiernos en espera".

Estas instituciones hacen mucho más que producir interminables papeles políticos: los gobernantes lúcidos recurren a ellas en búsqueda de nuevos enfoques, porque generalmente son críticos de las ideas de la burocracia preestablecida, y ponen imaginación para generar soluciones de problemas complejos. De esta manera los líderes encuentran análisis independientes, pueden elaborar agendas políticas realistas y buscan rellenar la brecha entre el conocimiento y el poder. Como decíamos al principio: es una buena noticia a tener en cuenta. Dentro de un panorama político con más sombras que luces, la existencia de tantas y tan bien consideradas usinas de ideas en el país, aparece como uno de los motivos de esperanza en un futuro mejor.