Este trabajo analiza el conflicto entre Rusia y Georgia a partir de dos ejes principales: un recorrido por la política exterior rusa desde 1991 y una reflexión sobre el impacto del conflicto en ese marco. Desde la disolución de la Unión Soviética, la política exterior de Rusia ha estado marcada por una relación compleja con Estados Unidos y Europa, así como por profundas transformaciones internas. La fragmentación territorial de 1991 significó una retirada pacífica de sus fronteras a los límites del antiguo Imperio zarista, lo que obligó a la Federación Rusa a redefinir sus intereses nacionales en función de una nueva realidad geopolítica. Así, Rusia debió desvincular sus objetivos actuales de antiguas misiones imperiales o ideológicas, como la expansión del cristianismo ortodoxo o del socialismo, y construir una agenda exterior propia. El conflicto con Georgia se inscribe en esta búsqueda de redefinición y reafirmación de sus intereses estratégicos en el espacio postsoviético.