El surgimiento de Kosovo como nuevo Estado representa un nuevo episodio en la historia de la Comunidad Internacional. Aunque hoy ostenta el título simbólico de “el país más nuevo del mundo”, su permanencia en esa condición es incierta. Desde diciembre, su independencia parece haberse consolidado como un hecho irrevocable, generando una amplia y diversa serie de efectos que la comunidad internacional —y Europa en particular— deberá afrontar para evitar una mayor desestabilización del sistema internacional. Desde el punto de vista jurídico, el caso de Kosovo establece un precedente relevante para numerosos grupos nacionales o facciones subnacionales que aspiran a constituirse como Estados independientes.