A lo largo de las últimas décadas, el Reino de Arabia Saudita se ha consolidado como uno de los mayores importadores de armamento a nivel mundial. Según los datos provistos por el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI), desde el final de la guerra del Golfo en 1991 hasta el 2024, Riad representó el 6,1 % de las importaciones globales de armas, erigiéndose como el segundo mayor comprador del planeta en este rubro, tan solo superado por la India (SIPRI, s. f.). La vasta mayoría de las adquisiciones militares del Reino han sido suministradas por los Estados Unidos, principal aliado internacional de Riad y garante de facto de su seguridad externa. Adicionalmente, Arabia Saudita también ha realizado importantes compras de equipos de defensa provenientes de otros países occidentales como Francia y el Reino Unido.

En muchas ocasiones, la lógica subyacente a las compras de material bélico por parte de las monarquías árabes del golfo ha estado guiada más por objetivos diplomáticos que por la búsqueda de crear una fuerza militar autónoma y con alta capacidad de combate. Sin embargo, las numerosas transformaciones acaecidas en el contexto regional e internacional durante la última década –entre las que se encuentran un en friamiento de las relaciones con Estados Unidos– han llevado a las élites saudíes a replantear la “afición” del Reino a importar casi todo su armamento. Con el ascenso de Mohamed bin Salmán a la cúspide del poder en Riad, tras ser nombrado príncipe heredero en 2017, Arabia Saudita ha dado pasos significativos para construir su propia industria de defensa. Estos esfuerzos no solamente pretenden dejar atrás, lenta pero progresivamente, la dependencia armamentística con Occidente, sino también diversificar la economía saudí hacia rubros no vinculados con la venta de hidrocarburos y generar puestos de trabajo altamente cualificados.

En este contexto, el presente artículo tiene como objetivo analizar el estado actual de la industria militar saudí, las motivaciones detrás de su desarrollo, así como las estrategias adoptadas por las élites saudíes para transformar al Reino, tradicionalmente dependiente de la importación de armamento, en un productor destacado de material bélico en el largo plazo.