Asuntos Globales

Nuestra región atraviesa un momento decisivo. La fragmentación política, la falta de crecimiento económico y los desafíos globales —desde las transformaciones tecnológicas hasta las tensiones geopolíticas— demandan una reflexión conjunta sobre el papel que América Latina desea y puede desempeñar en el mundo. Este número busca, precisamente, contribuir a ese debate ofreciendo miradas plurales desde distintos países latinoamericanos. Con esta edición dedicada a América Latina, reafirmamos nuestra convicción de que el diálogo regional informado es esencial para la proyección global de nuestros países. En un mundo en transición, la voz latinoamericana —diversa, creativa y resiliente— puede y debe ocupar un lugar propio en la conversación internacional.

Esta publicación bilingüe tiene como eje central de análisis y reflexión a las relaciones internacionales en diálogo con otras disciplinas, como la ciencia política, la historia, la economía y el derecho internacional, que aportan elementos para la comprensión del orden global y la política exterior argentina. Todas sus contribuciones están sustentadas en un riguroso estado del debate de cada tema y una argumentación desde un marco teórico y metodológico consistente. De este modo, se espera un aporte sólido al mundo académico, al de la toma de decisiones en la política exterior, al de la diplomacia y al mundo corporativo en su dimensión internacional. El número anual de diciembre 2025 se concentra en América Latina, en un debate que ha logrado reunir una pluralidad de enfoques.

El paradigma clásico de autonomía está en crisis y debe ser repensado urgentemente ante la transformación de sus cuatro pilares. A nivel global, el orden ya no es bipolar, sino “posoccidental” y “no hegemónico”, definido por una disputa entre EE. UU. y China. A nivel continental, esto crea una paradoja: mientras un mundo sin hegemonía debería abrir espacios, un EE. UU. revisionista busca reafirmar su esfera de influencia. A nivel regional, el proyecto de integración está en un estado “dramático” de “vaciamiento”, lo que impide la acción colectiva. Finalmente, a nivel interno, las fuentes originales se han agotado, reemplazadas por la reprimarización económica, la polarización social y un grave rezago científico-tecnológico.

América del Sur enfrenta una paradoja histórica: mientras su dependencia económica persiste —basada en la exportación de materias primas (commodities), cuyos precios y demanda escapan a su control, y en la necesidad de capitales externos sujetos a la volatilidad de los mercados globales—, ha alcanzado una autonomía política sin precedentes. Esta autonomía surge de su irrelevancia geopolítica: al no ser considerada una amenaza ni un recurso estratégico por las potencias mundiales, la región goza de libertad para definir sus regímenes internos sin intervenciones externas. Sin embargo, esta autonomía no se traduce en desarrollo endógeno, ya que la marginalidad geopolítica también implica que las potencias no invierten en su crecimiento.

En este artículo, los autores presentan su concepto de “no alineamiento activo” y abogan por formalizar un “derecho al no alineamiento”. Con esto, se refieren a la necesidad de incorporar al derecho internacional el derecho de los países a elegir su propio camino en materia de política exterior y modelo de desarrollo, sin estar sujetos a presiones indebidas de las grandes potencias para acomodarse a las preferencias de estas en dichos asuntos.

América Latina enfrenta un momento crítico y de oportunidad en el nuevo orden global multipolar. La región, dotada de abundantes recursos naturales, estabilidad relativa y capital humano, podría convertirse en un actor global relevante, pero su influencia se ve limitada por la fragmentación institucional y la polarización política. Mientras navega el triángulo geopolítico entre Estados Unidos, China y la Unión Europea, América Latina debe superar sus debilidades estructurales: la falta de unidad regional, la dependencia de agendas nacionales politizadas y la dificultad para articular intereses comunes.

En un escenario global caracterizado por el debilitamiento del multilateralismo clásico y la crisis de legitimidad de organismos como la ONU, los Estados han reorientado sus estrategias hacia el regionalismo como herramienta clave para garantizar su desarrollo, seguridad y proyección internacional. La cooperación regional e interregional —como la que se busca materializar en el Acuerdo Mercosur-UE— sigue siendo la vía más prometedora para que América Latina logre una inserción global relevante, superando su tradicional marginalidad y dependencia.

Aportando un marco teórico para comprender América Latina dentro de un plano más global, el autor desarrolla el concepto de interregno —usado como metáfora por Gramsci— para interpretar la actual crisis sistémica de la globalización y del orden internacional liberal. Sanhuja vindica el interregno como una categoría crítica indispensable para pensar el desorden global actual y la necesidad de un nuevo pacto ecosocial que sirva de fundamento de la gobernanza global.

La ratificación del Acuerdo Mercosur-UE ofrecería a Argentina una mayor sinergia comercial y presencia en el escenario multilateral global, sin quedar completamente atada a la guerra comercial entre China y Estados Unidos. A la UE, la aprobación del acuerdo le daría mayor autonomía estratégica y económica en su política exterior, atenuando su dependencia de la tensión comercial sino-estadounidense.

Los autores proponen una reconfiguración institucional centrada en la articulación entre la ALADI, como plataforma económica, y la CELAC, como plataforma política, para transitar de un modelo fragmentado a uno funcional, con objetivos claros y mecanismos operativos efectivos. Esta propuesta busca aprovechar las fortalezas de ambas organizaciones para incrementar el comercio intrarregional, mejorar la inserción en cadenas globales de valor y proyectar una voz unificada en el contexto internacional.

El autor analiza la política exterior de Donald Trump comparándola con las de los presidentes Harry Truman y Richard Nixon. Propone un enfoque metodológico original al examinar estos dos momentos históricos posteriores a la Guerra Fría en los que Estados Unidos cambió su política exterior de manera similar. Ambos períodos se caracterizaron por un alejamiento de los principios liberales y el uso de la realpolitik para consolidar el poder de Estados Unidos.

A lo largo de más de un siglo, Argentina y México han compartido momentos de cooperación y desafíos que han influido en América Latina. La relación bilateral ha atravesado altibajos, pero se ha fortalecido mediante visitas presidenciales y acuerdos estratégicos, como el Acuerdo de Asociación Estratégica. El futuro económico de ambos países dependerá de su capacidad para diversificar mercados y fortalecer su integración internacional en un contexto global complejo.

La ayuda exterior de Estados Unidos, usada como herramienta de política exterior, ha debilitado su influencia en América Latina y la región de Medio Oriente/Norte de África. Desde Haití hasta Colombia, pasando por Egipto y el Golfo, la ayuda se percibe más como coerción que como cooperación. Bajo el marco del realismo neoclásico y la diplomacia económica, los autores muestran cómo intereses nacionales y geopolíticos moldean esta política.

La disminución del involucramiento de Estados Unidos en América Latina y el Caribe ha permitido a China consolidarse como el principal socio comercial de la mayoría de los países de la región. Este cambio ha sido facilitado por la estrategia sistemática de China para ocupar el vacío geopolítico dejado por Estados Unidos, especialmente en el contexto del canal de Panamá, que emerge como un posible punto de fricción entre ambas potencias.

El artículo analiza la geopolítica impulsada por China en América Latina y el Caribe, sus implicancias estratégicas, políticas y económicas, en el contexto de un orden internacional caracterizado por la competencia entre grandes potencias. La cooperación en infraestructura con China ofrece oportunidades para el desarrollo, pero también presenta desafíos y tensiones en el contexto de la competencia entre grandes potencias.

El artículo explora la relación entre la globalización y los procesos de territorialización y desterritorialización, destacando cómo la globalización avanza simultáneamente territorializando y desterritorializando, con movimientos contradictorios que se manifiestan de manera diferente en el mercado y en el ámbito estatal. Asimismo, introduce el concepto de capitalismo extractivo-informacional (CEI) para describir un modelo de gobernanza de recursos naturales y estrategia exportadora en América Latina.

La experiencia del Sudeste Asiático ofrece valiosas lecciones para América Latina en términos de políticas y estrategias para mantener la autonomía y reducir las presiones externas, destacando la importancia de la cooperación regional y la inserción internacional articulada.

Ante el declive de la influencia global de Estados Unidos y el avance económico de China en la región, Trump y sus aliados —en especial, el secretario de Estado Marco Rubio— han priorizado a América Latina en su agenda de política exterior. Su estrategia consiste en apoyar a líderes ideológicamente afines, como Javier Milei en Argentina, mientras presiona a adversarios como el presidente Lula con diplomacia coercitiva, aranceles y presión retórica.

La presencia de China en Sudamérica es una estrategia de largo plazo que responde a sus necesidades de seguridad energética y de acceso a mercados, más allá de las coyunturas políticas locales. Aunque estos proyectos traen beneficios de inversión y desarrollo, también presentan desafíos en términos de gobernanza, conflictos socioambientales y autonomía de los países receptores.

Inspirándose en el modelo de apertura y competitividad de Nueva Zelanda, Salas sugiere una estrategia de "realismo económico" que combine la desburocratización, el alineamiento con potencias globales y una participación activa de las provincias en el comercio exterior, con el fin de integrar a la Argentina en las cadenas de valor globales de manera dinámica y pragmática.

El Cono Sur evolucionó de una zona de paz inestable a una de paz estable y positiva en cuarenta años. Se destaca la diplomacia de la defensa, liderada por Argentina, como clave para este logro. Esta estrategia desarticuló enfrentamientos históricos con Brasil y Chile, y consolidó la democracia y la subordinación militar al poder civil a nivel nacional. Regionalmente, promovió la cooperación al eliminar hipótesis de conflicto.

A partir del análisis de las guerras recientes en Ucrania e Israel, caracterizadas por la convergencia de elementos de cuarta, quinta y sexta generación, el autor explora cómo las nuevas tecnologías han empoderado a actores no estatales que operan dentro y fuera de la legalidad.

El autor desarrolla la creciente relevancia de la política de defensa en América Latina en el contexto actual de polarización política, fragilidad institucional y competencia entre grandes potencias. Tradicionalmente, la política de defensa ocupaba un lugar secundario en las discusiones sobre desarrollo y democracia en la región, pero hoy se ha convertido en un reflejo y vector de los niveles de autonomía estratégica de los Estados latinoamericanos.

La autora analiza la diversidad de posturas en América Latina frente a la guerra en Gaza, desencadenada por el ataque terrorista de Hamás el 7 de octubre de 2023 y la posterior ofensiva israelí. La división en la región refleja, en gran medida, el eje ideológico izquierda-derecha, aunque también influyen factores históricos, comerciales y de política interna.

América Latina se presenta como un caso paradigmático, ya que, a pesar de no enfrentar amenazas bélicas directas, los militares han adquirido un protagonismo creciente en la vida cotidiana y en las agendas estatales, y han respondido a nuevas amenazas, como el crimen organizado, las crisis sociales y la pérdida de monopolio estatal sobre la violencia.

La autora examina la evolución del orden liberal internacional (OLI) y el papel protagónico, aunque frecuentemente subestimado, de los países latinoamericanos en la formulación de los principios fundacionales de los derechos humanos. A partir de un enfoque histórico y crítico, se destacan las contribuciones de Latinoamérica desde la Conferencia de Chapultepec hasta la Conferencia de San Francisco, así como la firma previa de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre en 1948.

La autora analiza cómo, en un contexto internacional marcado por la hiperconectividad y la competencia narrativa, la diplomacia digital ha emergido como una herramienta estratégica para proyectar poder blando y construir legitimidad internacional. En este sentido, América Latina, caracterizada por una gran diversidad política, cultural y tecnológica, enfrenta tanto oportunidades como desafíos en este ámbito.

Argentina carece de una diplomacia de diáspora estructurada y estratégica. Mientras otros países han institucionalizado políticas para utilizar a sus comunidades en el extranjero como actores clave en la promoción de sus intereses nacionales, Argentina no ha logrado consolidar una política pública integral que incluya a estos ciudadanos como parte legítima de su proyecto nacional, y quedó rezagada en un campo emergente que desafía la distinción tradicional entre política interna y externa.

La diáspora venezolana, que huye de un régimen autoritario, posee características distintivas que potencian su politización: una grave crisis humanitaria como causa de expulsión, experiencia democrática previa, alta capacidad organizativa y una notable alineación ideológica con el actual Gobierno argentino, factores que han posicionado su agenda en el centro del debate político.

Francisco logró posicionar a la Santa Sede como una voz incómoda pero necesaria, y recordó que la política debe ser un acto de caridad y servicio, no de poder. Su legado es una invitación a humanizar las relaciones internacionales, colocando la compasión y la dignidad en el centro de la geopolítica.

América Latina atraviesa un período de tensión y redefinición democrática. Esta erosión democrática interpela directamente a los sistemas políticos y plantea la necesidad urgente de revisar el vínculo entre institucionalidad y ciudadanía, por un lado, y entre representación y legitimidad, por el otro.